Es mundialmente sabido que la mejor manera de alimentar a un recién nacido es con la leche materna ya que los beneficios de dicha práctica no sólo nutren al bebé, sino que lo ayudan a mejorar su sistema inmunológico pues ayuda a prevenir la mortalidad infantil, pues en los menores amamantados disminuye la mortalidad por el síndrome de muerte súbita, y existe una menor frecuencia y gravedad de morbilidad por diarreas, infecciones respiratorias y dermatitis, asimismo.
Aunado a esto se asocia que los niños amamantados tienen mayor coeficiente intelectual, menos riesgo de diabetes, obesidad, asma y leucemia, en cuanto a los beneficios para la madre, la lactancia materna se asocia con menor riesgo de sufrir cáncer de mama o de ovarios, y de diabetes en la mujer.
Pero a pesar de todos estos beneficios una investigación realizada por la Facultad de Salud Pública y Nutrición de la UANL descubrió que la lecha materna, así como las fórmulas comerciales tienen una toxina identificada como aflatoxina M1 (AFM1), dicha sustancia pone en riesgo la saluda del pequeño como la de la madre.
En esta primera etapa los investigadores señalan que la toxina se registra debido a algunos alimentos consumidos por las madres lactantes y no son conservados ni procesados de la manera correcta, por tal motivo queda presente en la leche, de igual manera ocurre con la fabricación de las leches comerciales.
“Encontramos la presencia de esta toxina en fórmulas lácteas que están en el mercado y esto tiene mucho que ver con el procesamiento de estos productos y su almacenamiento”, advirtió Rogelio Salas García, doctor encargado de dicha investigación.
