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Sede vacante: el riguroso protocolo para elegir al nuevo Papa
El cónclave se inicia con una misa solemne, tras la cual los cardenales menores de 80 años —un máximo de 120 electores— se retiran para la primera votación esa misma tarde.

Cuando un Papa fallece o renuncia, se activa un antiguo ritual vaticano que combina simbolismo, discreción y normas muy estrictas. Se declara entonces la “sede vacante”: la silla de San Pedro permanece vacía y los 1,300 millones de católicos del mundo aguardan un nuevo líder espiritual. Este periodo de interregno culmina con la elección en cónclave, un proceso que sólo se celebra dentro de los muros del Vaticano y, concretamente, en la Capilla Sixtina.
El cónclave se inicia con una misa solemne, tras la cual los cardenales menores de 80 años —un máximo de 120 electores— se retiran para la primera votación esa misma tarde. Si ningún candidato obtiene la mayoría de dos tercios, se suceden dos rondas de escrutinio cada mañana y dos cada tarde. Cada elector introduce en la urna su papeleta, con la inscripción “Eligo in Summum Pontificem” y el nombre de su elegido, después de prestar juramento ante Cristo de respetar su conciencia.
Tres cardenales escrutadores realizan el conteo en voz alta, y, concluido, las papeletas se cosen con aguja e hilo, se anudan y se depositan en una bandeja para quemarse. El humo que brota por la chimenea de la Capilla anuncia el resultado: negro si la votación fue inconclusa o blanco si ya hay nuevo Pontífice. Este signo visible al mundo entero marca el fin del cónclave.
Aunque, teóricamente, cualquier hombre católico podría ser elegido, desde 1378 sólo han llegado al papado cardenales. Entre los favoritos suenan nombres como Pietro Parolin (70 años), veterano diplomático y actual secretario de Estado; Luis Tagle (67), arzobispo de Manila y carismática figura de las misiones vaticanas; Matteo Zuppi (69), cabeza del episcopado italiano y cercano al Papa saliente; así como Christoph Schönborn (80) y Marc Ouellet (80), con apoyos conservadores.
Los purpurados mayores de 80, sin voto, sí participan en congregaciones previas donde se debaten los desafíos de la Iglesia. Fue precisamente en esas reuniones de 2013 donde Jorge Mario Bergoglio pronunció un discurso que lo impulsó al trono de Pedro. Ahora, en un nuevo cónclave, deberán elegir al sucesor de Francisco —quien cerró su pontificado con un legado de humildad y apertura— para guiar a la Iglesia hacia el futuro.
