En el marco del Día Mundial del Corazón, expertos advierten sobre el aumento de las enfermedades cardiovasculares como la principal causa de muerte a nivel mundial, con un impacto significativo en México.
Rodolfo Herrera Franco, académico de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza de la UNAM, subrayó la importancia de una prevención activa para enfrentar esta problemática de salud pública.
Según datos del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), las enfermedades del corazón y los vasos sanguíneos, como infartos, accidentes cerebrovasculares e insuficiencia cardíaca, causan la muerte de 20.5 millones de personas cada año, afectando principalmente a países de ingresos medios y bajos.
En México, cifras del INEGI revelan que, en el primer semestre de 2023, las enfermedades cardiovasculares fueron la principal causa de muerte, con 97,187 casos registrados.
Herrera Franco destacó que la cardiopatía isquémica, conocida como “angina de pecho”, es el padecimiento más común, seguida por el infarto al miocardio y la muerte súbita. Preocupantemente, se ha observado una disminución en la edad de los pacientes, con casos de infarto en personas de tan solo 30 años.
Entre los factores de riesgo más comunes se encuentran la hipertensión arterial, tabaquismo, diabetes, obesidad, sedentarismo, colesterol alto y el estrés. En las mujeres, los cambios hormonales relacionados con la menstruación temprana y la menopausia sin terapia hormonal también incrementan el riesgo de padecer estas enfermedades.
El especialista exhorta a la población a adoptar estilos de vida saludables desde una edad temprana, fomentando el ejercicio regular, una alimentación equilibrada, el control del peso, la presión arterial, el colesterol y los niveles de glucosa, además de evitar el consumo de tabaco.
“El Día Mundial del Corazón, bajo el lema ‘Usa el corazón para la acción’, busca sensibilizar sobre la importancia del cuidado del corazón”, señaló Herrera Franco, instando a las personas a acudir a revisiones médicas preventivas y controlar los factores de riesgo. Para quienes ya han sufrido un infarto, tratamientos como la angioplastia, medicamentos anticoagulantes y la rehabilitación cardíaca son fundamentales para prevenir futuros eventos y mejorar la calidad de vida.
